jueves, 23 de febrero de 2012

27 de febrero de 1844: Una Gesta Trascendental

Dr. Nestor Saviñon


En campos, ciudades, mentideros y callejones. En cada uno de los casi 49, 000 kilómetros cuadrados donde espiritual y materialmente se encarna la nación dominicana, se reconoce que el 27 de febrero es el nacimiento de una patria noble, digna y luchadora.
Tras un breve período de opulencia en el Siglo XVI, la colonia fue abandonada a su suerte. La Atenas de América fue saqueada, humillada, minimizada, y vio varias veces cambiar el lábaro arriado en la vetusta Fortaleza Ozama, entre el león español y la flor de lis y gualda de los Borbones franceses.
A pesar de ello, quedó en lo más profundo del subconsciente colectivo la percepción de lo que fueron, de lo que son  y de lo que podían ser, aunados a un arraigo a esta tierra que se volvió parte de todo ese colectivo humano.
En 1821 intentaron ser libres, pero aún esa idea no había permeado las colectividades nacionales, y  por eso, se hizo necesario el destierro. El destierro no siempre es malo. Permite, el encontrarse sumido en la adversidad, conocer su esencia y clarificar sus objetivos y plan de acción, e idear como llevarlo a cabo de manera efectiva. En medio de las humillaciones, iba cristalizando en esa sociedad criolla la noción de pertenencia y de autodeterminación, y por ello, y tras las labores de jóvenes como Juan Pablo Duarte y de viejos y valiosos estadistas como fue Tomás Bobadilla, se forjan los hechos del 27 de febrero.
Esta independencia no fue fácil. Durante 12 largos años tuvimos que lugar contra nuestros vecinos del oeste para con nuestra sangre ganar el derecho de contarnos entre los pueblos libres del mundo. Y en contra de todas las predicciones, armados con piedras, lanzas, armas rudimentarias, pero sobretodo sentimiento y pasión, nos impusimos. Y a pesar de todos los males, hemos sabido mantener nuestra independencia la mayor parte del tiempo durante estos 168 años. Hemos tenido eclipses, como fueron la anexión a España y la Intervención Norteamericana, pero hemos resucitado y nos hemos hecho más fuertes y dignos cada vez.
No hemos podido, sin embargo, cumplir con muchos de los ideales de los trinitarios, más, lo principal, que es mantener ese legado que es la independencia, se ha conservado. Y por ello, en todo el mes de febrero, en cada punto de la geografía de la patria y en nuestras colonias de la diáspora, extendidas por todo el orbe terráqueo, todos aunados, como si fuéramos un solo corazón y una sola voz, decimos: ¡Que viva la República Dominicana!

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